Todos ellos y no me gusta nadie.

Estoy en varios grupos de Whatsapp con mujeres. Mujeres interesantísimas, súper independientes con las que hablo de muchas cosas que me nutren. Ellas me ayudan a seguirme cuestionando construcciones del pasado que ya no sé si quiero tener. Mujeres que tienen una vida sexual muy activa y no temen ponerla en común. Hablar de sus experiencias, contarlas y seguir deconstruyendo su deseo, haciendo valer su placer. Pero a mi no me pasa. Hace años que no estoy enamorada, hace meses que no me gusta alguien. Y no tengo idea por qué. Toda mi vida y en todos lados encuentro que “alguien me tiene que gustar”, “alguien me tiene que llenar”. En contraste con lo que les pasa a las mujeres que me rodean, a mi no me pasa nada, ¿y por qué?
Hablé con varias de mis amigas, pero ya dejé de hacerlo, porque parece que no tiene ningún sentido seguir repitiendo lo mismo todo el tiempo. También, internamente me cansé de seguir sintiendo el mismo malestar por querer sentir, o querer compartir algunas cosas con alguien en un plan “de pareja”. Ya ni siquiera estoy muy segura de que sólo me gusten los hombres. Decidí definirme como bisexual, no porque tenga mucha experiencia con mujeres, sino porque siento que tengo que tener algo resuelto, y que va por ahí. Tampoco estoy segura de que la solución sea definir mi sexualidad de alguna manera.
Indudablemente, estuve acordándome de todas las relaciones que tuve en el pasado. De mi único ex novio, de los pibes con los que salí, de la chica con la que me besé una vez, de una mujer que me tira onda cuando puede. Estuve haciendo mucho esfuerzo en recordar cosas que ni en mis peores días había recordado, sólo para tratar de entender y dejar de estar en esta nebulosa que me cuesta. Siento que todos los vínculos en plan de pareja son lejanos, como si los hubiese tenido en otra vida, o si no hubiese sido yo quien fue parte de ellos.
Caí tanto de todo lo que viví en un pasado, que hice un pozo enorme y me quedé a vivir adentro: no salí más. Me di cuenta, descubrí, entendí, como les guste llamarlo: me tocó y tuvo sexo conmigo mientras yo dormía, me agarró muy fuerte de las muñecas para estar más cómodo, me acosó por todos los medios que encontró para que estuviera con él, me dijo que se iba a matar si no seguíamos juntos. Y podría seguir, pero me duele. Me duele tener que decirlo, pero lo quiero hacer. No quiero que esto sea algo solamente mío, quiero que esto ustedes también lo sepan, porque es tan parte de mí como mi gordura.
No es que soy gorda porque quiero. Soy gorda porque es mi manera de esconderme, de que no me miren más, de que no me lastimen, de que no me toquen, de que no quieran estar conmigo. De estar a salvo, al final, porque todavía no encontré otra forma de sentirme segura. Y no es el único rastro. No los puedo mirar a los ojos, ni a ellos, ni a ninguno. Me da asco cada vez que alguno me toca un hombro en una conversación de trabajo, o me roza en el transporte público.
No reniego de mi cuerpo, ni de cuánto se transformó, sino del por qué. De sentirme culpable por haberlos conocido y por permitirles estar conmigo. De haber compartido con ellos mis partes más íntimas. De haber creído y confiado.
Como dije antes: soy gorda para no estar con nadie, y no estoy con nadie por ser gorda. Es mi mantra espectacular y una idea de la cual me convencí para aliviarme, porque encontré esta forma de sentirme en control. No sé si está bien o mal, pero es lo que tuve más a mano para poder sobrevivir y seguir.
Por eso admiro y leo atentamente cada palabra de las mujeres que me rodean. Porque yo perdí el interés en ellos. Porque no puedo dejar de pensar en que todos los hombres en algún momento de su vida ejercieron violencia sobre las mujeres. Valoro que mis amigas puedan hacer eso a un lado y perdonarlos.
Me da bronca no poder escribir sus nombres y apellidos porque no me animo. Sólo ruego en silencio que no hayan habido otras como yo que hayan sufrido o que vayan a sufrir porque yo no pude hablar a tiempo, porque yo me di cuenta tarde, porque estaba tan ocupada intentando ver cómo hacía para seguir mi vida sin que todo cambiara un montón.

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