Por algún lado hay que empezar.

Hace mucho tiempo que tenía ganas de empezar este espacio. Lo veo como una necesidad para poder compartir lo que me pasa y lo que siento. Mi inbox de Instagram está lleno de mensajes de mujeres que me cuentan sus experiencias personales con respecto a su cuerpo; También me agradecen cada vez que digo que todas somos válidas, independientemente de la forma que tengamos.
No me da vergüenza ser gorda, ni sufro por serlo. Me merezco los mismos derechos que cualquier otra mujer que tiene un cuerpo más hegemónico. Hay varias industrias complotadas para hacerme sentir inferior: la moda, la belleza, la medicina, la dieta, la de los transportes, la de los mobiliarios. Esta violencia está disfrazada de una preocupación ciega por mi salud: por eso me someten a bajar de peso a la fuerza, así no ocupo un poquito más de un asiento en el subte. No quieren que me apropie de mi panza, mi celulitis y mis estrías, quieren verme triste y deprimida, por eso les enseñaron a los demás a burlarse de mí, por mi forma física, por lo que ustedes piensan que me sobra y por eso no me pertenece. Están equivocados si piensan que está bien maltratarme por tener más kilos. El símbolo más predominante de esta hipocresía es la preocupación por mi sistema reproductor: 

“el embarazo se te va a complicar si sos gorda”.

Como si yo quisiera ser madre, como si por ser mujer tuviese la obligación de ser fecundada, como si ya no fuera suficiente con ser mujer y gorda, valdría aún menos mi existencia por no tener hijos. 
Digo que esta preocupación es ciega e hipócrita porque no hay ropa para hacer ejercicio para gordas; Nos niegan la salud cada vez que vamos al médico por una gripe. Salimos con una pila de papeles para hacernos un chequeo, y así descartar que no sea otra cosa debido a nuestro peso.
Entiendo que ser gorda sea un padecimiento para muchas, porque también lo es a veces para mí. Pero que ahora seas flaca, no significa que estás recuperada de una enfermedad: Gorda no es sinónimo de estar enferma, así como flaca no es sinónimo de estar sana. 
No es sólo la gordura, es que aparentemente hay una sóla forma de ser bella. Es la que me imponen representada con un sólo tipo de cuerpo, de un sólo tipo de mujer en las millones de publicidades que vi a lo largo de toda mi vida. 

¿Todavía no les parece sospechoso esto, digo, no parecerse en nada a esas mujeres? 

Aún así, cuando llegamos a estar discutiendo nuestro derecho a la salud y a poder decidir sobre nuestros cuerpos en el Congreso de la Nación, parece que nadie quiere enfrentar este miedo, y sí, es miedo, es no querer decir: 

“este es mi cuerpo, basta, dejen de violentarlo porque pueden”.

Pareciera más fácil permanecer en silencio, hacer dietas (por no decir ayunos), ir horas al gimnasio, tomar pastillas, o hacer lo que a otra persona le funcionó para unirse a la legión de los cuerpos que sí están bien. Así, estás corriendo el riesgo de que los estándares de belleza cambien, reseteando todos tus logros, teniendo que volver al comienzo. 

¿Realmente vas a dejar que alguien más decida cuándo te merecés ser válida y bella?

Me angustia que me digan que me entienden y me acompañan, cuando en verdad ya están yendo a correr una vuelta manzana porque se viene el verano y les da vergüenza mostrar su cuerpo así cómo está. Las veo decir “qué gorda que me siento” cuando gorda no es un sentimiento, ni un estado. 
También se me hace un nudo en la garganta cada vez que veo que alguna de mis amigas quiere comer algo rico pero tiene miedo de engordar. Porque el mayor culpable de la gordura es la comida, y no cualquier comida, la que nos gusta. 
Con esto no quiero decir que está mal bajar de peso o querer tener otro cuerpo. Me parece que una decisión consciente y autónoma en esta sociedad gordofóbica, es el mayor acto de rebeldía.
No les tengo que pedir perdón ni a ustedes ni a nadie por lo que soy, yo estoy orgullosa de estar en un camino de aceptación con mi propio cuerpo y las invito a unirse.

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