Dos pájaros de un tiro.

Volví.

Disclaimer: este blog no tiene nada ver con las temáticas que trato siempre, pero es algo que quería compartir y que necesito que todos sepan.

No puedo dejar de pensar que esto tiene que ver con el eclipse de luna nueva en Leo del sábado 11 de agosto. Que es el último de la temporada (hasta Enero) y que en teoría es muy fuerte. Además él era de Acuario, así que como son opuestos seguro hay algo, debería investigar.

***
Había vuelto de bailar de la Plop con mi amiga Pau a modo de despedida porque se va a vivir a Inglaterra en unas semanas. Me maquillé mucho pero no había tomado alcohol. Bailamos un montón, nos reímos bastante y la pasamos muy bien. Llegué tipo 6 am a mi casa, me saqué todo el maquillaje con mil discos de algodón y me fui a dormir. Me tenía que levantar a las 9 am, así que no iba a descansar tanto: una paja la verdad, después de quedarme despierta hasta las 4am el #8A, todo lo que quería era un finde tranqui, pero estaba lejos de eso.

***
Hace mucho que no me pasa algo por primera vez, digo, ya cogí por primera vez hace mucho, ya me fui de viaje sola por primera vez, ya fui a mi primer marcha, ya fue mi primer día de trabajo, me faltan algunos primeros días, pero en realidad, esperaba que este no pasara nunca. Me mantenía, de una forma muy ingenua, optimista. No me gusta la negatividad, así que intento, con todas mis fuerzas, no pensar en cosas “malas” o que no me gustarían que me pasen. Por ahora me venía funcionando.

***
Mi papá vino despacito y me tocó el brazo. Me sobresalté y me dijo “tranquila, me llamaron de la clínica y tengo que ir urgente. Vos quedate”. Lo miré, le sonreí y asenté con la cabeza. Entendí que no pasaba nada bueno, pero no fui capaz, ni por un segundo, de pensar en lo peor. No entendía mucho nada: tenía mucho sueño y eran las 7.30 am, me había acostado hacía un poco más de una hora. No me pude dormir más. Me quedé dando vueltas. Lo llamé a mi papá y le dije que ni bien supiera algo que me avisara, que manejara tranquilo.
El tiempo entre que mi papá se fue, que lo llamé y no volví a dormir, parecía un pozo en este relato. Tenía la luz prendida de mi cuarto y a mi gata durmiendo en los pies. No pensaba en nada en particular, hasta que a las 8.26 am sonó mi celular de nuevo. Como me llamó súper rápido, asumí que estaba todo bien. Qué se yo, creo que no me quedaba otra.
- “Falleció el abuelo”
silencio y risa nerviosa:
- ¿en serio? - (sí, esta fue mi reacción)
- Sí, Cinthia, no voy a hacer un chiste justo con esto.
- Bueno… - y ahí no supe qué más decir. Tengo muchísima facilidad para que se me caigan todos los pensamientos juntos, todo lo que iba a hacer ese día, todo lo que no pasó, todo lo que no iba a pasar más.
- Vos hacé tu vida, yo ya llamé al tío y a Maggi para que vayan a decirle a la abuela. Estoy esperando que me hagan el certificado.
- Bueno… voy a ver qué hago. ¿querés que vaya a hacerte compañía?
- No, está viniendo Eugenia, ya le avisé a ella. Si querés avisale a tu hermana.
- Dale. Avisame ni bien sepas qué hacer.
- El tío se está ocupando de ver dónde lo van a velar. Yo te aviso.
- Bueno igual, yo voy de Jime un rato, y después voy de la abuela. No lo puedo creer.
Le corté a mi papá, y después fueron gritos y llantos. Estaba sola, acostada en mi cama, con la luz prendida. Estaba en ropa interior. Mi gata se despertó, me miró y se fue corriendo.

***
Me puse a pensar en él mientras miraba la mancha de humedad de la pared de mi cuarto y sentía el hormigueo después de que mi gata dejó de apoyarse en mis pies. Hacía unos meses que no hablábamos, desde la última vez que fue lo más sincero que pudo. A un “Te extraño, ¿cuándo nos vemos?”, me respondió: “me da paja planear y comprometerme a algo que después no sé si voy a tener ganas de hacer”. Me sale eso, pensar en él, calculo que es el lugar seguro para bloquear esta noticia.
Me pareció elocuente, concreto y directo al medio de mi corazón. No me enojé, ya pasé esa etapa de decirle cualquier cosa. Dejé de hablarle, pero él me siguió mandando tweets y memes, que los contesté con mucha mala onda. Así soy: se hace lo que yo quiero, digo y siento, o no se hace nada. Pero acá estaba, casi arrepentida, mirando con un solo ojo mi celular, con todas las ganas del mundo de contarle a Sebastián lo que pasaba. No tenía ni la más FORRA idea de por qué no podía escribirle a mis amigas pero a él sí.

***
Hacía unos días que mi abuelo estaba internado. Tenía neumonía, una rara,que según entiendo, ataca las paredes de los pulmones. Hasta anoche estaba todo bien. Era viernes y antes de ir a bailar, hablé con mi papá. Estábamos cenando empanadas mientras yo me ponía mucho iluminador en los pómulos, y me contó que había ido a verlo, que tenía la intención de pasar toda la noche con él, pero que después de cenar, antes de quedarse dormido, mi abuelo le dijo que se vaya yendo, que no necesitaba a nadie para dormirse. Estaba todo controlado, o eso me dijeron, porque yo no lo pude ir a ver nunca. Iba a ir el domingo. Porque eso había planificado y anotado en mi agenda. ¿Qué sentido tiene ser ordenada y planificar?


***
Mi ego no paraba. No dejaba de pensar en todo lo que mi abuelo ya no iba a poder ver de mí. Cómo iba a cumplir esos sueños que le había contado mientras tomábamos mate en el living de su casa. Todo lo que iba a hacer con el título de la facultad. Y al final todo terminaba en lo mismo, ¿qué va a significar todo el éxito que quiero tener si no lo puedo compartir con él?
Desesperación. No puedo creer que nunca más lo voy a ver, que nunca más me va a hablar. Creo que no me acuerdo de su voz y eso es lo que más me desespera. A veces tengo que ver para creer, pero posta, no quería verlo a mi abuelo quieto y con los ojos cerrados. Porque no hay algo que sea más opuesto a su forma de ser que estar quieto y tirado en un mismo lugar. Mi abuelo estaba en todos lados y para todo el mundo. Mi abuelo me enseñó que hay que mirar un poco más allá de uno mismo porque a veces hay otros que necesitan de nosotros. Mi abuelo convirtió esas ganas de ayudar en militancia sindicalista y la prolongó hasta los últimos días de su vida.

***
Estaba tirada en mi cama y mi gata me miraba de lejos, estimo que con miedo, sin saber qué me pasaba. Tranqui, yo tampoco sabía mucho que hacer y también tenía miedo. Pospuse la alarma del celular, y ya eran las 9 am. Había juntado la fuerza para escribirles a mis amigas, y obvio, ninguna respondió porque ¿quién está despierto a esa hora un sábado? No dejaba de mirar la pantalla con las tildes de entregado de whatsapp en las tres conversaciones con ellas: “Falleció mi abuelo”.
Misteriosamente, en ese momento de angustia, me entró una energía no sé bien de dónde y pude hilar dos acciones coherentes: vestirme e irme de casa. Así que me levanté, fui al baño y me enfrenté con el espejo. Tenía la cara roja e hinchada, como nunca. Yo sé que no era el momento de ponerme en Beauty Blogger, pero me lavé la cara, me puse agua de rosas e hidratante. Deshinchada y glowing como nunca. Calculo que de casualidad me puse ropa negra, ni idea, era lo que tenía a mano. Agarré el celular, la mochila y las llaves y me subí a la camioneta. Cuando salí de mi casa me sentí como si hubiese estado en una cabina comprimida y de golpe tenía que respirar mucho aire junto: ahogada. No entiendo qué estoy haciendo, sólo quiero manejar por siempre. Mientras, llamé mil veces a mi hermana y nunca me atendió. Sabía que ella también había salido la noche anterior, así que asumí que dormía. Me tuve que enfrentar a escribirle a mi mamá para que le dijera que me llame, pero tampoco respondia.

***
Le escribí el “Falleció mi abuelo” a Sebastián por Whatsapp justo después de escribirle a mis amigas. Creo que cuando tuviese la chance de volver a dormir, lo iba a hacer en paz sabiendo que puse antes a mis amigas que a una pija.
Otra de las cosas que sentía era culpa. Porque pensé que se había muerto mientras yo estaba bailando. Que podría haber ido a verlo porque estaba a cuatro cuadras de la clínica. Que tal vez todo hubiera sido distinto, porque claro, tengo un poder mágico para que la gente no se muera. Este ego no me lo roba nadie. Sebastián fue el primero que me respondió: “Uhh que choto. Te mando un beso grande. Cómo fue?”

***
Falleció a las 7.05 am mientras dormía. Un paro cardiorespiratorio. No lo pudieron sacar. Mi papá lo vio aún cuando estaba en la cama de la habitación en la clínica, y tuvo que reconocerlo antes de que lo suban a la ambulancia que lo llevaba a la sala velatoria. Si no fuera porque mi papá vivió todo ese momento, estaría preocupada porque una persona tuviese que reconocer tantas veces a otra muerta, no sé, me repele. Desearía que cuando alguien se muere, podamos simplemente dar algunas indicaciones y seguir con nuestras vidas. Me parece una locura el concepto de muerte, todo: que lo único que queda de alguien es un cuerpo, inerte, que al final, no significa nada, porque lo que todos nos acordamos son recuerdos. Y ahí volví a caer en un loop: nunca más me va a hacer un chiste. Nunca más se va a sentar conmigo a estar ahí, simplemente callados, sin decirnos nada. Nunca más me va a preguntar cómo me va con Gen o qué planes tengo para el año siguiente. Nunca más me vas a preguntar cómo me fue con mis “amigas feministas”. Tengo miedo de que todo se vuelva un recuerdo muy difuso. No sé qué hacer porque siento que hice mierda todos los recuerdos que teníamos y no podemos hacer nuevos porque, ¿cómo hacés para hacer recuerdos si esa persona ya no está más?
***
“Mi sentimiento, mi más sentido pésame, lo siento, lo siento mucho.” ¿Cómo podés consolar a alguien que pasó toda su vida con la misma persona? ¿Qué podés decirle a alguien que hacía más de 60 años que mantenía la misma relación? ¿A quién se le podía ocurrir decirle algo, no?
Entré por el pasillo de 3 de febrero 660 una vez más. Cuando llegué a su casa, lo único que hice fue abrazarla. Y así durante las siguientes 48 horas: estar al lado de mi abuela, acompañarla, sin decir nada.

Comentarios

Entradas populares